por Ximena Bedregal
Mi mirada sobre los encuentros tiene que ver con un deseo y una necesidad política de leer al movimiento Feminista en sus posibles proyecciones futuras y no en el deseo de hacer una reseña histórico documental de cada uno de ellos. En parte, las memorias hechas al finalizar cada uno pueden jugar el papel de ser uno de los tantos relatos que se pueden encontrar sobre estos eventos. Digo uno de los tantos, porque eventos de carácter político -y los encuentros lo han sido sobre manera- se viven, relatan, interpretan y reflexionan desde la postura política con el que uno se acerca a ellos y quienes redactaron esas "memorias" tenían una, diferente a la de muchas otras. A los eventos políticos no se llega -por muy poca experiencia dentro del feminismo que se tenga- sin alguna mirada preconstruida por lo que se haga y piense fuera de los encuentros, en la práctica y la reflexión política cotidiana. Los encuentros, todos, han estado plagados de tensiones políticas, las mismas tensiones que venía teniendo el movimiento feminista en su quehacer cotidiano antes y entre medio de cada encuentro, aunque en el espacio concreto de cada uno y en cada etapa del feminismo se hayan disimulado o manifestado de particulares maneras. Siempre las tensiones se refirieron al modo, a la visión, a la estrategia, a la práctica y al contenido del hacer feminista. Es decir, a los modos de leer y actuar políticamente en el mundo y la realidad en tanto mujeres que hemos hecho conciencia del carácter socio cultural que nuestros cuerpos tienen y por lo tanto que hemos hecho de ello la columna vertebral para buscar los modos de interpretar y actuar el mundo. Los conflictos al interior del feminismo y por tanto al interior de los encuentros, no son ni han sido nunca otros que el conflicto entre las diferentes visiones del mundo, la vida y la política que podemos tener y hacer las mujeres. Es decir los conflictos que implica el pensar lo que es y puede ser la política de las mujeres. El movimiento feminista contemporáneo siempre tuvo una historia anterior, tuvo y tiene genealogías filosóficas y políticas diversas y desde ahí prácticas y teorizaciones relacionadas a las lecturas de las realidades inmediatas y mediatas del mundo. Con ello, las mujeres feministas fuimos armando y rearmando posiciones, interpretaciones y reposiciones frente a la realidad. En otras palabras, siempre hubo fundamentos y horizontes diversos, lo que por mucho tiempo se planteó de manera más relacionada a los distintas orígenes militantes de las feministas, en tanto fuente de la experiencia política inmediatamente anterior y externa al feminismo: socialista, liberal, cristiano, anarquista, etc. que como necesidad de una genealogía y de un conocimiento acumulativo y reflexionado desde las experiencias y haceres de los propios feminismos anteriores. En otras palabras, la herencia materna era más nominal, de impulso posibilitante y de identidad genérica, que de reflexión y de acumulación genealógica de conocimiento para la política de la nueva etapa, mientras que la herencia paterna era más actuante y más determinante en los modos del quehacer. Esta tensión se expresó con fuerza en al menos los cinco primeros encuentros. Se expresaba por ejemplo en los debates sobre la doble militancia, sobre si el método era partir de los grupos de autoconciencia y desde el yo o si se trataba de llevarles la conciencia a otras mujeres. Sobre si era posibilitante el simplificar el conocimiento feminista para que llegara a los sectores de mujeres menos ilustradas o si esto era más bien de potencial empobrecedor para la construcción de conocimientos propios. Sobre si el cambio se potenciaría más buscando alianzas con mujeres de partidos, sindicatos y organizaciones mixtas en tanto mujeres ya organizadas o si lo haría desde el acercamiento a las mujeres en tanto singularidades culturalmente sexuadas. Estos elementos a veces se planteaban en su dimensión político teórica, pero las más de las veces se expresaban medio mudas a través de la pelea por los resultados de las puestas en práctica de ambas visiones: que tal grupo acarreó a mujeres populares, que si hablas a nombre de tu organización o a nombre propio, que si los encuentros son para explicar el a,b,c o reflexionar y proyectar lo ya vivido, que si llegar a los encuentros con financiamientos buscados por instituciones es fuente para reconstruir formas de poder o no, que si es posible encontrarse cuando el número de participantes rebasaba cualquier posibilidad organizativa, etc. Todo esto eran manifestaciones y expresiones de diferentes concepciones políticas expresadas desde el primer encuentro, era lucha política de proyectos políticos y filosóficos, pero se ocultaban en una aparente homogeneidad y tras el deseo de una especie de romántica hermandad de mujeres que ha dificultado siempre reconocernos, más allá del discurso declarativo, como diversas, pensantes y actuantes de distintos proyectos y tras una identidad de género más fácilmente centrada en tanto víctimas del sistema patriarcal que en tanto constructoras de nuevas culturas. El fin de las dictaduras marca otra etapa, su término implicaba que ya habían quedado instalados en el continente los elementos básicos y necesarios al nuevo y global reordenamiento económico y político del patriarcado, que ahora a través de las nuevas democracias se debían potenciar los mecanismos políticos e ideológicos que facilitaran el nuevo proceso. Entre México y El Salvador pasando por Argentina, el sistema despliega los nuevos mecanismos para hacer su orden posible, viable, especialmente los mecanismos políticos a través de la definición e imposición de las nuevas formas de la gobernabilidad que debían adoptar las nuevas democracias. Desde el Pentágono, hacía ya rato que se habían definido los elementos políticos que viabilizarían la nueva gobernabilidad de las -entonces todavía futuras- democracias en el nuevo orden (como queda claro en el Informe sobre la gobernabilidad de las democracias a la comisión trilateral estadounidense de 1975 o el Consenso de Washington de inicios de los 80) donde los elementos centrales son lo que llaman "modernización", del Estado, de la economía y de la política. En el primer documento: a través de la refuncionalización de las instituciones y de procedimientos de re-integración política de la sociedad. En el segundo, que se concretiza para el tercer mundo, fijando la necesidad de retomar algunos de los discursos humanistas de la UNICEF, y de transferir algunos recursos a los grupos más vulnerables a través de las organizaciones no gubernamentales que se han ido gestando, para evitar la fragmentación social que amenace el proyecto global. Esto, en palabras comunes y cotidianas significó -entre otras cosas- la refuncionalización de la sociedad civil organizada en movimientos sociales a través de "su modernizción", es decir aprovechar el combativo, creativo e imaginativo rechazo a las dictaduras para ofrecerles poner su conocimiento a disposición de sus nuevas democracias, para lo cual debieron hacerse menos experimentales, más técnicas, más eficientes, más modernos pues. En ello, las agencias financieras entraron a jugar un papel fundamental, condicionando sus apoyos a la eficacia, a la racionalidad financiera de los proyectos, a la profesionalización de lo que habían sido experimentaciones y búsquedas y a las temáticas que le interesaban al nuevo orden para su viabilidad. Aquel o aquellos proyectos que desde casi el inicio del feminismo consideraban a la ampliación de la política de las mujeres como lo que "concierne fundamentalmente a la distribución del poder en la sociedad patriarcal" (frase del discurso inaugural del II encuentro en el Perú citado por Amalia Fischer en sus diversas historias de los encuentros feministas) encuentra el marco propicio para también desplegarse y entrar a funcionalizar su proyecto originario es decir a pelear la distribución del poder en la sociedad patriarcal. Aquel o aquellos otro proyectos que más bien consideraban la necesidad de construir un equipamiento experimental y conceptual propio por fuera de la lógica patriarcal, que reivindicaba la autoconciencia como ejercicio de la autonomía y a la autonomía no frente a otros u otras sino como el construirse a sí misma, entre mujeres y desde la singularidad hecha colectivo, van elaborando su crítica al riesgo que implica subsumir una vez más la construcción de cultura y sociedad en las estructuras del sistema y va intentando alertar a las mujeres sobre el carácter de las nuevas democracias. En la medida que la corriente que piensa a la política de las mujeres como lo que "concierne fundamentalmente a la distribución del poder en la sociedad patriarcal" va estableciendo sus proyectos, su poder y sus intereses, para y en la relación con el poder y va recibiendo los beneficios del mismo, su propio poder crece subsumiendo a muchos sectores del feminismo en sus estrategias, recursos, estructuras, posibilidades y metodologías de trabajo. Es decir va construyendo una clara hegemonía que se impone verticalmente como si fuera EL proyecto del movimiento feminista. Este manejo hegemónico va acrecentando los desagrados ya que como toda hegemonía requiere para su statu quo, por un lado, de la invisibilización y de la deslegitimización de la divergencia y por otro de la negación de las diferencias a través de la sobrevaloración de una supuesta unidad y de apelación de una supuesta y bondadosa homogeneidad que por lo demás en el feminismo ya estaba como romántica base. Del encuentro de México al del Salvador, esto se va manifestando de manera creciente. Es al momento en que el manejo hegemónico de algunas corrientes se hicieron política y éticamente intolerables para los sectores no hegemónicos en la medida que esa manejo hegemónico transgredía su sentido mismo de feminismo -y estos explicitaron su crítica, expresaron y fundamentaron sus malestares y plantearon la exigencia ético-política de no hablar a nombre de todas y de asumir la responsabilidad histórica que implica cada posición- que esa apariencia de homogeneidad feminista se empieza a deshacer y se tiene que empezar a reconocer esa diferentes visiones que marcan el quehacer. Este es el proceso que se vive del Salvador a Chile y en El Salvador y en Chile. Por ello, como se viene haciendo, especialmente de Chile para acá, por parte de las corrientes hegemónicos, intentar explicar los conflictos de los encuentros, especialmente de aquellos donde esto se hizo manifiesto, explícito, políticamente claro e ineludible - tanto que se tuvo que aceptar que ya no hay más un feminismo sino varios- como errores metodológicos, como la ruptura de alguna moral que impondría una "dulce y femenina suavidad en la controversia" o como supuestas "competencias y peleas personales o afectivas entre líderes", no es más que quitarle el contenido político filosófico tanto al feminismo y al quehacer de las mujeres en general, como en particular a la corriente que impulsó esta explicitación. Y esto es un acto político lejos de la neutralidad o la inocencia. Cuando Debate Feminista calificó la idea de "permanencia voluntaria en la utopía" con que las autónomas titularon la publicación de todas sus ponencias y debates en Cartagena diciendo que "la utopía es el recurso de los débiles, de quién no sabe hacer de la política una dimensión humana", no estaba planteando un postulado teórico de legítimo debate -recordemos que si alguien a trabajado la idea filosófica de lo que puede ser para el feminismo la dimensión de lo humano es Margarita Pisano. Lo que Debate Feminista hacía era una declaración política orientada a la deslegitimación de la crítica, al ocultamiento de todo aporte reflexivo, a hacer de su posición política la universalmente válida para las mujeres, a hacer sentir -que no a pensar- que solo ellas tienen la verdad de la política y que las otras funcionan en la arcadia del sueño. Envuelto en un paquete de apariencia académica, se busca instalar la idea -política que no teórica- de que en las otras no hay ni contexto intelectual, ni aporte teórico, ni posibilidad alguna para la política. Desde El Salvador y Chile, hasta hoy, este último modelo del patriarcado capitalista ha caminado, se ha hecho claro, se ha impuesto en todos los órdenes de la vida y en todos los espacios del planeta, llevando al mundo a la peor encrucijada civilizatoria de la que se tenga recuerdo. Nuevo des-orden mundial dirigido y custodiado por un comando imperial a través de su propio entramado institucional: El Banco Mundial, el FMI, la ONU, el grupo de los 7, la OCDE en lo político económico y el Pentágono y la OTAN, en lo militar; instituciones todas destinadas a facilitar y viabilizar el nuevo proceso económico y la nueva centralización del poder, a irradiar universalmente su campo cultural, a transformar a los Estados en rehenes y a la politicidad social en un espectáculo mediático, segmentado, reducido a la participación electoral, donde los partidos se pelean el papel de la primera actriz y las ONG´s de primeras tramoyistas del escenario prefigurado por el diseñador central, ambos corriendo desesperadamente tras los recursos que les permita adquirir el vestuario para entrar a esa escena. La reordenación económica del patriarcado capitalista (igual que en todas las anteriores fases del patriarcado) no solo se asienta en la recuperación territorial, del espacio físico y económico, expresada en las guerras de las que hoy vivimos muchas y muy graves, se asienta fundamentalmente en la recuperación de los terrenos de la resistencia, descansa en la transformación de la socialidad y de la politicidad, requiere fragmentar y destruir la organización y el pensamiento que se resiste, negando cualquier expresión de autonomía, impulsando e incentivando la adopción de discursos que con una apariencia crítica no sean suficientemente molestos a su nueva configuración. Esta estrategia fue destinada a los movimientos sociales a través de instituciones como la ONU y las agencias financieras vistiendo sus mandatos con el ropaje de nuestras necesidades y viabilizando así el ocultamiento de las auténticas relaciones de poder económico político y cultural en manos de elites todopoderosas. De allí que la decisión, el control y la posibilidad de la ciudadanía de pensar su mundo han sido reemplazados por elites políticas, por burocracias partidarias y por expertices temáticas. El quehacer político como el arte de hacer posible el mundo deseable ha sido reemplazado por la construcción técnica del "perfil adecuado" para entrar al casting de los proyectos decididos en las altas esferas y por la práctica de un verdadero tráfico de influencias en los diferentes niveles del entramado institucional del nuevo modelo (lo que llaman el lobby). El hacer político y sus diversas institucionalidades, incapaces ya de construir nuevos imaginarios y proponer nuevas reglas para la convivencia ha limitado su papel a buscar una mejor insersión en las reglas del juego, en el programa ordenador de la realidad, en esta suerte de Matrix que lo abarca todo para así facilitar algo del traslado de los sobrantes que -como asistencia- se destinan a los sectores a los que cada quién supuestamente representa. Pensar que el entramado institucional destinado a la regulación económico-política tiene un contenido neutral y que allí se puede cambiar el orden del mundo es, por decir lo menos, ingenuo. Volver a leer hoy el título que la revista FemPress le puso a lo conseguido por las mujeres hace unos pocos años en una de las cumbres económicas -creo que en Copenhague- y que decía "Las mujeres dieron golpe de timón" es realmente para llorar. Pensar en cómo las que tienen al Banco Mundial en la mira de las mujeres, podrían explicarle a las argentinas lo que están viviendo y como las convencerían de que "esa institución no es un bloque monolítico" y que sí "deja resquicios por donde se pueden colar los beneficios para las mujeres" me parece que sería una tarea donde las que dieran la explicación saldrían un poquito maltrechas ya que, además, parecería que sus problemas son porque no supieron hacer un buen lobby en el FMI o en el Banco Mundial. Pensar que la nueva forma del capital ya no va a valorizar el valor porque las mujeres ejercen presión sobre sus programas de expansión sería como creer que el ALCA es bueno para las democracias y para mujeres latinoamericanas porque es el primer documento que explícitamente se enorgullece de que su instalación se hará incorporando el diálogo con la sociedad civil y además el género. Pensar que sólo más mujeres disputando el poder patriarcal va a cambiar su proyecto es como haber creído que la parte feminista de Amalia García (triste secretaria del Partido de la Revolución Democrática) iba a establecer una política del PRD distinta a la de los chuchos y neomapaches de ese partido o que el porcentaje de feministas en el parlamento gringo iba a salirse de la lógica del imperio y votar en contra de las guerras y el supermilitarismo imperial. Eso no sucedió. Podríamos hacer una lista interminable de esta paradojas, que no son las paradojas de la maravillosa teoría de la incertidumbre cuántica, por el contrario, son las paradojas del patriarcado y de su real politik, de las que nos alejan de esa otra lógica tan necesaria para repensar la realidad y seguir pensando y construyendo nuestro sentido de sí como mujeres y como humanas. Este último proyecto patriarcal que se fue instalando en el último tercio del siglo pasado se ha hecho tan claro y nítido desde el fatídico último 11 de septiembre que empieza a generar revisiones, incluso en feministas que han estado y están en la política de la distribución del poder patriarcal, una muestra de esto es el documento principal que acompaña la convocatoria al próximo encuentro feminista en Costa Rica de autoría de Alda Facio y que dice: "La incorporación del discurso de género en las instituciones de la oligarquía internacional como el BM, el BID y el FMI, ha permitido que puedan seguir con sus planes de ajuste estructural sin oposición del movimiento feminista porque lo están haciendo con perspectiva de género. Cinco años después de Beijing, las mujeres del mundo estamos más pobres, más violentadas y más marginadas de los espacios de poder real, y sin embargo decimos que hemos avanzado porque ahora estamos presentes en el discurso de los poderosos y la perspectiva de género en todas o casi todas sus políticas y proyectos". Sin embargo pienso, que hay, desde el inicio ha habido, diferentes proyectos, por lo tanto, se pueden hacer revisiones en función de tener y estar paritariamente de manera más eficiente en los mismos espacios del sistema, de construir en el sistema lo que ahora se llama una democracia paritaria pensando que desde ahí se lo podrá desestructurar. Por mi parte mi proyecto es otro, estoy en otro proyecto que lo podría sintéticamente formular así: Me niego a que haya sitios delimitados por ti y guiones escritos para mi. No es haciéndole correcciones al programa que escribiste para mi, mujer, como podré desestructurar tu Matrix. Mi historia, la historia del mundo ahora la quiero contar yo, el guión me lo escribo yo misma, me deconecto de tus dictados. Como Lilith me exilio, me declaro nómada en la tierra que tú llamas noche porque nunca podrás iluminarla ya que su luz está hecha de mi libertad, de mi autonomía, de mi imaginación. Sin duda este segundo camino es más abrupto, difícil y complejo. No en vano Lilith es la proscrita por excelencia y sin embargo es la única que ha tenido capacidad de hablarle a dios de Tú a Tú. ¿Encuentros, el próximo encuentro? Yo, busco encontrarme con Lilith, la exilada del mundo del todo poder UNO, la que fue declarada el CERO en ese binomio universal y masculino y que hoy se presenta de manera más brutal y remozada, haciendo de la violencia esa gran confusión que obnubila las mentes para que, ojalá, toda inteligencia corra desesperada a involucrarse en las tripas de su imposibilidad y se una a él en la búsqueda de su salvación.
25 de abril del 2002 --------------------------------------------------------------------------------
Este artículo fue presentado en el seminario del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) "Feminismos Latinoamericanos: retos y perspectivas" en abril del 2002 y está en imprenta en el libro del mismo nombre.
Este artículo fue presentado en el seminario del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) "Feminismos Latinoamericanos: retos y perspectivas" en abril del 2002 y está en imprenta en el libro del mismo nombre.